Daniel Molina
Diario Clarín, Buenos Aires, 2000
Desde antes incluso que San Agustín definiera la inasible esencia del tiempo (“cuando no me preguntan qué es el tiempo, lo sé; cuando me preguntan que es, no lo sé”), el tema ya había obsesionado a los artistas. La fugacidad de las cosas ha sido uno de los temas que el arte moderno heredo del clásico. Fiel testigo de ese dialogo por medio del cual lo nuevo se comunica con lo eterno es la serie Piezas de Santiago Porter. El tema es eterno; es decir, de los otros. Lo nuevo (lo propio) es la mirada de Porter. Gotas de vapor o de lluvia sobre un parabrisas, luces fugaces en una ruta que lleva a la nada, camas vacías, el viento meciendo el pasto crecido: grises, texturas aterciopeladas. Con estas imágenes mas graficas que ilustrativas, Porter traza el mapa de la soledad esencial, que es lo único que permanece tras la mudable apariencia del tiempo que no cesa.