Paisajes políticos o memorias del paisaje

Natalia Fortuny y Hernán Lopez Piñeyro

Irrupciones, Ediciones Arte x Arte, Buenos Aires, 2024

Paisajes incendiándose

Bruma (2017) es un extenso proyecto de Santiago Porter. En el fotolibro del mismo nombre, las imágenes de gran formato están ordenadas en tres partes. En la primera de ellas, las imágenes -monumentales- fueron tomadas en 2007 en la ciudad de Buenos Aires y presentan las fachadas de edificios centrales para el gobierno y el funcionamiento del Estado. Si esta primera parte cierra con un cuadro plástico de Eva Perón colgado de la fachada de la CGT, la segunda abre con una Evita descabezada entre la neblina, una escultura sobreviviente -casi perfecta- que porta y exhibe entre sus manos el escudo justicialista. La imagen de Eva Perón decapitada y tirada precisamente a las aguas del río luego del Golpe Militar del 55 por la violencia antiperonista, perdida y encontrada, recuperada hace unos años para ser emplazada en la quinta de San Vicente es, quizás, la fotografía más célebre de Porter. En el libro encabeza un conjunto de imágenes de ruina y resto, monumentos funestos o kitsch y, sobre todo, algunas fotografías que exploran superficies de memoria -fragmentos de las paredes de la ESMA, un paredón del Pozo de Arana-.

La tercera parte se abre, precisamente, a la bruma y al paisaje rural: horizontes pampeanos neblinosos, basureros a cielo abierto, la costa del mar, bosques quemados y tierras incendiadas, o mejor: incendiándose. En algunas, la niebla o el humo borran el horizonte. Y también hay indicios, huellas de la vida humana: un cementerio de autos y chatarra oxidada; un sillón sobre el pasto, rodeado de basura. Ya en el cierre, las imágenes subrayan los restos de lo provocado a estos terrenos: un bosque seco en Tierra del Fuego, un incendio intencional en los restos de un campo trabajado, Y, especialmente, para finalizar el libro, dos últimas imágenes de quemas —la nubareda blanca borra el horizonte— tomadas en el departamento de Monteros, en Tucumán, provincia argentina en donde la represión fue feroz y temprana.

Según Porter, la idea de la bruma atraviesa las tres partes del libro y tiene que ver con «mostrar que los objetos emanan historia, una superposición de hechos y tiempo. Es la bruma que flota alrededor de los objetos. Una densidad». Este montaje de tiempos se advierte fuertemente en algunas imágenes. Algunas están tomadas en los campos alrededor de Carhué, desde donde el general Villegas partió con sus tropas como parte de la llamada Campaña al Desierto para extender la frontera, avanzando hacia el sur. Por su parte, las -significativamente últimas- fotografías con que cierra el libro fueron tomadas en un territorio expresamente elegido por Porter: el departamento de Monteros en el sur de la provincia de Tucumán. «Fui a buscarlas porque allí se desarrolló el Operativo Independencia, justamente en los lugares de entrenamiento del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)”. En esa zona funcionaron centros clandestinos de detención como La Escuelita de Famaillá y Santa Lucía. Este último, un centro de detención clandestino ubicado precisamente dentro del ingenio azucarero que lleva su nombre, conforma un triste ejemplo de la complicidad empresarial con la dictadura y sus prácticas represivas.

En estos campos de Monteros el fotógrafo registró una peligrosa tradición que ocurre luego de la cosecha de la caña de azúcar. Explica Porter que: «tras la zafra se quema el rastrojo para preparar el suelo. Esto es muy corrosivo. Arruina el suelo a mediano plazo para extraer ganancias hoy. Es ambientalmente pernicioso. Es mortal para quien lo inhala. Y, además, el incendio es peligroso porque se hace cerca de la ruta 34, que va de Tucumán a Santiago del Estero, y la cubre de humo. Los mismos camiones que sacan la caña tienen accidentes por la poca visibilidad a causa del humo». Así, estas imágenes son habitadas por las capas de historia y sentido que conforman estos suelos. Es la densidad de la humareda, la venenosa bruma provocada por el hombre en un territorio que antes también fue territorio de crueldades. Si la bruma es, principalmente, aquella que se forma sobre el mar, la bruma que se levanta en la tercera parte del libro de Porter es sequía, humo, fetidez, infertilidad.

Si desde sus comienzos el paisaje cumplió un rol importante en la configuración de un «nuevo» y un «viejo» mundo al buscar una remodelación material de los ambientes para facilitar el monocultivo de plantaciones, la minería, la cría de ganado y otras formas de extracción, estas últimas fotografías de Bruma transitan el camino opuesto. Pues, traen consigo la cuestión colonial, económica, política y ecológica: el humo es producto de los incendios realizados intencionalmente para promover el rebrote para la alimentación de bovinos o para regular el desarrollo de plagas que dañan las cosechas. Las imágenes muestran un paisaje que grita por la colinealidad y la desindigenización, por los genocidios de los últimos dos siglos, por el aniquilamiento de la heterogeneidad de los ecosistemas, por la puesta en disponibilidad del espacio, por el monocultivo de plantaciones y el modelo ganadero, por la expansión de las dinámicas extractivista y neoextractivista. Todo esto sin olvidar las vibraciones de la última dictadura que aún persisten en estos territorios y que también fulguran en las capas de estas imágenes.